HACIA UNA MEJORA EN EL CAMBIO CLIMÁTICO






En los últimos años, el porcentaje de emisiones de dióxido de carbono ha aumentado considerablemente a consecuencia de la quema de combustibles fósiles, incrementando la emisión a su vez de gases de efecto invernadero (GEI) perjudiciales para el planeta. La Comisión Global sobre Economía y Clima se estableció para conseguir un crecimiento económico a largo plazo, y a la vez de paliar los riesgos del cambio climático.

El objetivo de este organismo es informar a los responsables de tomar decisiones, ya que pertenezcan al sector público o al privado, sobre los riesgos del cambio climático. Pero no sólo este fenómeno se ha de tomar en consideración, pues el desempleo, la pobreza o la competitividad son también problemas que han de ser tenidos en cuenta. Hay que analizar la situación de cada país y de cada ciudad, para así detectar los riegos que presentan y de ahí adoptar las medidas más eficientes y viables para mitigarlos.

La Comisión establece que todos los países, con independencia de sus niveles de ingresos, tienen la oportunidad de experimentar un crecimiento económico duradero a la par de reducir las emisiones de gases contaminantes, gracias a los cambios estructurales y económicos que se dan en la economía global y las mayores oportunidades para la eficiencia económica. El panorama en los próximos 15 años es poco optimista, debido a la profunda transformación estructural que sufre el planeta. La economía global crecerá más de un 50%, seremos más urbanos y la digitalización cambiará nuestros empleos y nuestra forma de vida. La automatización cobrará protagonismo, necesitando por ello personas cualificadas para el correcto uso de los programas informáticos, naciendo con ello nuevos planes de formación y más posibilidades para el crecimiento económico de las empresas. La urbanización de las ciudades requerirá alrededor de 90 billones de dólares en infraestructuras, aprovechamiento de la tierra y sistemas energéticos, determinado todo ello por patrones de crecimiento, productividad y  cambio en formas de vida.

Todas estas inversiones en los próximos 15 años darán paso al futuro del sistema climático global. La emisión de los gases de efecto invernadero producirá graves consecuencias económicas, debiendo tomar decisiones determinantes para que las emisiones descendieran al alcanzar su punto máximo, pues se prevé que el calentamiento global crecerá hasta dos grados, pudiendo superar los cuatro, con impactos difícilmente de aminorar. Por ello, si se sigue incrementando la emisón de GEI y la proliferación de mercados de bienes que generan grandes cantidades de carbono, estaremos lejos de reducir la cantidad de emisiones encareciendo el paso a una economía baja del carbono.

El deseado cambio tecnológico y la transformación estructural viene determinada por los siguientes motores de cambio:

-Las ciudades, configuradas como motores de crecimiento económico, pues generan alrededor del 80% de la producción económica mundial y el 70% del uso mundial de energía y de las emisiones de GEI relacionadas con la energía. Las ciudades cada vez son más grandes, y a su vez cambia su estructura y planificación, elevando los costos sociales, económicos y ambientales. Nos encontramos con un mundo unido y compacto, con ciudades dinámicas y con soluciones para reducir emisiones.

-La productivdad en el uso de la tierra, que determinará si habrán recursos suficientes para las ocho mil millones de personas que se espera existan para 2030, manteniendo los entornos naturales, lo cual resulta cuanto menos complicado. Al aumentar el rendimiento de los cultivos y la productividad con las nuevas tecnologías, con buena administración de suelos y aguas, aumenta la producción de alimentos, la protección de los bosques y con ello las emisiones derivadas de usos agrícolas.

-En cuanto a la energía, predominarán las energías renovables, energías más limpias. El carbón es más caro y más peligroso, genera gran dependencia de las importaciones y con ello aumenta la contaminación. Por otro lado, las energías solar o eólica son más baratas, propiciando un bajo consumo del carbono para los próximos 15 años.

De todo lo anterior deriva un aumento de la eficiencia de los recursos esencial para el crecimiento y la reducción de las emisiones. Las políticas de muchos países distorsionan la asignación eficiente de recursos y aumentan las emisiones. Los subisidos de energía limpia oscilan los 100 mil millones, pero los de combustibles fósiles los 600 mil millones, por lo que se ha de eliminar de forma gradual para mejorar el crecimiento y liberar recursos que se reasignen para beneficiar a las personas de bajos ingresos.

La inversión en infraestructura es fundamental, sobretodo que sea de bajo consumo de carbono para reducir las emisiones. Desgraciadamente, muchas economías no lo ponen en práctica y no movilizan suficientes recursos para satisfacer sus necesidades de infraestructura, derivado no de la falta de capital, sino de la falta de capacidad de financiamiento público y de la percepción del mercado de que estas inversiones son de alto riesgo.

La innovación de las tecnologías ha de estimularse, estableciendo nuevos modelos de negocio y prácticas soicales para el crecimiento y la reducción de emisiones. La digitalización, los nuevos materiales, las ciencias biológicas y los procesos de producción son capaces de transformar los mercados y reducir el consumo de recursos potencialmente. Para ello es necesario unas políticas transparentes, reduciendo los límites de mercado y las reglamentaciones hacia nuevas tecnologías y modelos de negocio así como el gasto público. Se prevé en 2020 la triplicación de la inversión en investigación y desarrollo del sector energético por encima de los 100 mil millones de dólares.

Políticas bien planteadas pueden llevar al crecimiento y al cumplimiento de los objetivos climáticos para que se refuercen a mutuamente a corto y medio plazo. Han de ser a su vez, coherentes y confiables para que sean decisivas a largo plazo. Estas políticas incentivan mayores inversiones y disminuyen los costos de transición hacia una economía de bajo consumo de carbono.

La calidad y la tasa de crecimiento son importantes, pues muchas políticas de bajas emisiones de carbono conllevan beneficios adicionales, una mayor seguridad energética, menor congestión de vehículos, mejoramiento de la calidad de vida, mayor adaptación al cambio climático y mayor protección del medio ambiente, reduciendo incluso la pobreza. En los 15 países más afectados por los GEI, se calcula que los daños a la salud por los gases desprendidos del uso de combustibles fósiles se valora en más de un 4% del PIB.

Sin embargo, las inversiones en infraestructuras necesarias para hacer la transición a una economía de bajas emisiones de carbono serán modestas si se manejan de manera adecuada. La infraestructura requerida para ello, entre transporte, energía, redes hidráulicas y ciudades se prevé que está en unos 90 billones de dólares, o un promedio de 6 billones de dólares anuales durante los próximos 15 años. Las ciudades serán más compactas al combinar energías renovables con una baja inversión en las emisiones de carbono, con una demanda energética sólida, requiriendo una infraestructura de baja emisión de carbono por encima de los 270 mil millones de dólares al año, pudiendo compensar estos elevados costes con una reducción de los gastos de uso de combustible, suponiendo una inversión-coste eficiente para el riesgo climático.

El Plan de Acción Global del informe de la Comisión Global de Economía y Energía prevé las siguientes recomendaciones clave para quienes hayan de tomar decisiones en esta materia:

1-Acelerar la transformación hacia una economía de bajo carbono, considerando al clima en los procesos de la toma de decisiones fundamentales de orden económico. Para ello se necesita la intervención de todos los gobiernos y negocios, con indicadores de gestión, modelos de riesgos y requisitos de documentación.

2- Suscribir un acuerdo internacional del clima que sea firme, duradero y equitativo para aumentar la confianza que se necesita para reformar las políticas nacionales. Hay que destacar en Diciembre 2015 el Acuerdo de Paris para comprometerse con el cambio climático, según el cual han de actuar todos, con urgencia. Este pacto se firmó el 12 de diciembre de 2015 y entró en vigor el 4 de noviembre de 2016. El Acuerdo fue un hito del multilateralismo, y se apoyó en parte en una alianza inusual entre Estados Unidos y China.

3-Retirar paulatinamente los subisidios a los combustibles fósiles e insumos agrícolas así como los incentivos para la expansión urbana propiciando así el uso más eficiente de recursos y asignar fondos públicos a otros destinos.

4- Introducir precios firmes y predecibles para el carbono, como parte de reformas fiscales y prácticas de negocio adecuadas.

5- Reducir sustancialmente los costos de capital para las inversiones en infraestructura baja en emisiones de carbono ampliando el capital institucional y disminuyendo los costos para activos de bajo carbono.

6-Incrementar la innovación de las tecnologías clave para reducir las emisiones de carbono y aumentar la resistencia al clima.

7-Hacer de las ciudades conectadas y compactas el paradigma preferido de desarrollo urbano mediante programas que motiven a ciudades más densas priorizando las inversiones en sistemas de tránsito urbano seguro y eficiente.

8-Detener la deforestación de bosques naturales para 2030 mediante el fortalecimiento de incentivos para inversiones a largo plazo, protección de los bosques y aumento de fondos internacionales de alrededor de 5 mil millones de dólares al año para la reducción de emisiones.

9- Restaurar al menos 500 milones de hectáreas de bosques y tierras agrícolas degradadas antes de 2030 reforzando los ingresos rurales y la seguridad alimentaria.

10- Acelerar el cambio para alejarse de la generación contaminante basada en el carbón mediante la sustitución de plantas de carbón en las economías desarrolladas y en 2025 en los países de ingreso medio.

Las seis primeras establecen un marco firme y aceptable para la toma de decisiones adoptando inversiones de bajo consumo de carbono, resistencia climática y crecimiento. Las cuatro últimas previenen oportunidades de cambio hacia un crecimiento futuro disminuyendo los riesgos climáticos en las ciudades, en el uso de tierras y en sistemas energéticos.

La implementación de las políticas y de las inversiones que se proponen en el informe podrían conducir a la reducción de al menos, la mitad de las emisiones necesarias para disminuir al 2030 los riesgos de un cambio climático peligroso. Para ello, es necesario llegar a un acuerdo internacional firme, equitativo y amplio para apoyar la acción nacional. Los países desarrollados deberán demostrar liderazgo en la reducción de sus propias emisiones, y los países en vías de desarrollo la movilización del apoyo financiero y tecnológico, siendo fundamental su participación al ser responsables de los dos tercios de las emisiones de gases de efecto invernadero.

Para 2030, la demanda energética crecerá en 17 %. El 95% se dará en las economías emergentes y en desarrollo. La mitad de la poblacion podria experimentar estrés hidrico para 2050. Sin embargo, los alimentos serán de mejor calidad, mayor consumo de proteínas, con el uso de mayor recursos. La producción de comida deberá aumentar a un 60% para satisfacer el hábito del consumo, lo cual dará lugar a falta de agua para irrigación o terreno cultivable. En este punto hay que hablar de las emisiones de gases de efecto invernadero, lo cual aumentará la temperatura del planeta entre 0,3 y 2,3 grados. Aumento en el número y frecuencia de fenómenos meteorológicos extremos, olas de calor de más intensidad y duración, deshielo de casquetes polares, aumento de nivel del mar afectando a la biodiversidad serán sus principales consecuencias. Sufrirán sobretodo los paises en vias de desarrollo por falta de adaptación, de seguridad alimentaria, calidad del aire, y del entorno. La responsabilidad recae sobre los paises desarrollados debido al uso de combustibles fósiles altamente contaminantes.

Como conclusión, es necesario un amplio cambio de acción, donde no solo los gobiernos nacionales estén implicados, sino también actores no estatales que cooperen en la adopción firme decisiones, mediantes instituciones que cuenten con legitimidad y representatividad en la organización política y económica global de los países, con potencias convergentes, que cuenten con valores comunes e intereses compartidos, con un liderazgo nítido, asumiendo el rol de facilitador y negociador interaccionando con nuestros aliados y no tomando las diferencias como conflictos sino como oportunidad de cambio, movilizando a los agentes externos dotándose de un pensamiento estratégico caracterizado por la habilidad diplomática y la actitud constructiva necesarias par dar respuestas colectivas a los problemas globales. Un marco competitivo que sin duda estamos lejos de alcanzar. 

A continuación un documental sobre las predicciones del cambio climático para 2030.
 

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